Héctor siguió asustado, como yo, lo que le indicaba Teka, mientras yo miraba, intentando mantenerme sereno junto a mi Luna, sin poder ir al lado de mi hermana. El caos parecía intensificarse con cada nuevo nacimiento. Meryt, mi hermana, ahora estaba en el centro de la atención de todos. Su vientre, lleno de energía pura, desbordaba destellos eléctricos que iluminaban cada rincón de la cueva.
Héctor, su esposo, que estaba visiblemente asustado, regresó a su lado sin importarle las descargas eléctricas que emanaban de ella, determinado a recibir a sus otros hijos. Apenas logró recomponerse tras la primera descarga. Sin embargo, no tenía tiempo para dudar; los otros bebés ya comenzaban a anunciar su llegada. Dakarai, con el bebé en brazos, trataba de darle ánimo como un guerrero en el campo de batalla. —Vamos, Héctor, no te detengas ahora. Estas criatur