Las palabras de Giuseppe resonaban en mi mente. El timbre de su voz denotaba esperanza, pero, sobre todo, desesperación contenida. Antes de responder, fui consciente del peso que se acumulaba en mis hombros.
—Sí, está aquí, amigo Giuseppe. Aunque... —dudé un instante. Miré a Bennu, quien asintió como dándome permiso para continuar—. Aunque no en las mejores condiciones.Un murmullo de preocupación atravesó el vínculo mental que nos conectaba. Sentí la intensidad de sus emociones como una ráfaga de aire helado que me erizó la piel.—¿Qué le ha pasado? —preguntó Giuseppe, con la voz quebrada.—Sobrevivió a Isfet. Pero eso trae consecuencias. La Gran Bruja Suprema Teka se hizo cargo de ella —expliqué despacio, sintiendo la preocupación del alfa—. Pero el Alfa desterrado Nicol&aacut