Agitaba con desesperación uno de sus pies, haciendo que la punta de su fina zapatilla, chocara con uno de los pedales de su auto, miró el reloj, viendo que comenzaba a oscurecer y no lograba ver que saliera de trabajar Camila.
— ¿Dónde demoni0s estás? —bramó presionando los dientes.
Hasta que la puerta de salida del personal de aquella reconocida pastelería se abrió y poco a poco comenzaron a salir los empleados.
—Vaya por fin. —Encendió el motor de su elegante audi, al ver que Camila caminaba mirando su móvil, comenzó a seguirla a discreción. Justo cuando ella se detuvo, aprovechó para acercarse—. Sube —ordenó—, tenemos que hablar y poner las cosas en claro —indicó descargando en su mirada la rabia que sentía.
Camila inhaló profundamente, canceló el servicio de Uber y subió.
— ¿De qué es lo que desea hablar? —cuestionó.
De inmediato Kate aceleró el auto y buscó alejarse de la gran urbe.
— ¡Callate! —exclamó—, aquí la que da las órdenes, soy yo —espetó—, yo te dire cuando puedas habla