CAPÍTULO 48 — ¿Un bebe se asoma?
Isabella había perdido la noción del tiempo. El reloj de la oficina marcaba casi las diez y media de la noche, y la pantalla del ordenador seguía encendida, con el mismo documento abierto desde hacía horas. No podía concentrarse, no podía pensar en diseños, ni en colecciones, ni en la nueva campaña que debía revisar. Sentía el cuerpo pesado, la mente saturada. Las luces del estudio, normalmente acogedoras, esa noche le parecían crueles, blancas, hirientes. Su reflejo en la ventana del edificio le devolvía una imagen ajena, una mujer de rostro cansado, con ojeras profundas y una expresión vacía.
Sobre el escritorio vibraba su teléfono, una, dos, tres veces. Gabriel. Lo vio, lo dejó sonar. Luego un mensaje. Otro más. Su corazón latía con fuerza, pero no por emoción, sino por un temor que no lograba explicar. No quería hablar con él. No esa noche. No con ese peso en el pecho que la estaba ahogando. Sentía miedo. Miedo de su amor, miedo de su mirada, miedo