CAPÍTULO 130 — Entre verdades que pesan
Cuando Isabella recibió el mensaje de Gabriel avisándole que se iría de viaje con Valentino, todavía estaba en su oficina. El mensaje era corto, casi frío. No había ningún “te amo”, ningún “hablamos más tarde”, nada que suavizara aquel hueco que se le abrió de inmediato en el pecho. Sabía que estaba enojado, pero no había imaginado que estaría lo suficientemente herido como para irse sin hablar con ella.
Respiró profundamente, se apoyó unos segundos contra su escritorio y tragó el nudo que amenazaba con transformarse en lágrimas. No quería llorar. No allí. No ahora.
Dudó unos segundos, salió de su oficina a buscar a su amiga a la oficina de al lado.
— Fátima, ¿podés quedarte a dormir conmigo esta noche? No quiero estar sola.
La respuesta no la sorprendió.
— Sí, cariño. Nos vamos juntas al salir de aca.
Isabella cerró los ojos. Su amiga, como siempre, era su sostén.
Mientras bajaban por el estacionamiento del edificio y se subían al auto, Fátim