Amelia lucía exquisita. Cada uno de los detalles de su vestido, el brillo en su cabello, el modo en que se movía por la sala, hacían que Marcus sintiera que el aire se volvía espeso a su alrededor. Era como si todo en el mundo se hubiera detenido, dejándole solo el peso de la presencia de ella. Había algo en sus ojos, en la manera en que le miraba, que lo desconcertaba, pero también lo atraía poderosamente. De alguna manera, parecía que toda la atmósfera a su alrededor palpitaba con una tensión que él no sabía cómo manejar.
En cuanto ella entró en la habitación, la conversación que había estado sosteniendo con varios de los presentes se desvaneció en la nada. Nadie más importaba. Solo Amelia. No pudo evitar preguntarse por qué, después de tanto tiempo, ella estaba allí, frente a él. La mujer que había dejado una marca profunda en su corazón sin siquiera saberlo. La mujer por la que había guardado silencio durante tanto tiempo, sin tener el valor de expresarle lo que sentía. El mis