Capítulo 37

Amelia llegó a la mansión con el corazón apesadumbrado, sabiendo que lo que tenía que hacer no sería fácil. La mansión, imponente y llena de ecos de antiguas conversaciones, se erguía ante ella como un testamento de su propio fracaso. No sabía cómo iba a enfrentarse a William, o si siquiera tenía el derecho de hacerlo. Sin embargo, algo dentro de ella le decía que debía intentar, aunque fuera una vez más.

Su intención original había sido hablar con William, explicarle, disculparse. Pero en el último momento, antes de entrar en el despacho donde él usualmente pasaba las tardes revisando documentos, su mente cambió. No era William quien la recibiría, o al menos no lo esperaba así. De pronto, la figura que vio en la puerta era Isabel, la esposa de William, quien la miró con una calma que a Amelia le pareció casi distante, pero cargada de una serena severidad.

Isabel había sido amable con ella en el pasado, pero en este momento, el rostro de Isabel no expresaba lo que Amelia esperab
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