Picoteaba el desayuno que Alessandra me había servido mientras apretaba los dientes con fuerza.
-¿ Y tú? ¿No tienes planes para hoy?- me preguntó de pronto. Mi tenedor se detuvo un momento, mientras la miraba fijamente
-No, ¿Por qué me levantaste tan temprano?- me quejé antes seguir comiendo.
-No juegues con la comida, termina rápido- extrañada, elevé la mirada hasta ella.
-¿Por qué? ¿Quieres hacer algo?- sus labios se movieron inquietos, era extraño.
El timbre sonó y sus ojos se precipitaron a la puerta, como un perro que reconoce a su dueño antes de que cruce la puerta. Sin mediar palabra alguna se dirigió a ella. La seguí con la mirada y un trozo de pan se atoró en mi garganta al ver a Emilio en el umbral de la puerta con esa ropa perfecta y esa perfecta sonrisa. Incrédula, ví como él se acercaba a mí, atravesando el pequeño espacio con unos pocos pasos.
-¿Aún no estás lista?
-¿Qué haces aquí?
-¿Sufres de amnesia?- desvíe la mirada cuando sus ojos me miraron fijamente- te d