Un juego peligroso (3era. Parte)
Tres días después
Londres
Matthew
Por primera vez en años, me sentí como si estuviera en el banquillo… no como fiscal, no como el hombre que dirige el juicio, sino como el testigo al que intentan arrancarle la verdad con cada palabra, cada mirada. Y lo más difícil no fue la incomodidad… fue no poder sostenerle la mirada a Grace. Sentí que, si lo hacía, ella vería en mis ojos lo que ni yo quería admitir: que estaba siendo un maldito cobarde.
Reconocer mi relación con Rachel ya era complicado. Pero testificar a su favor… eso era otra cosa. La lógica, la prudencia, el deber, todos esos malditos fantasmas se colaban en mi conciencia, gritándome que callara. Que no cruzara esa línea. Pero también existía una realidad innegable: Devora Corley haría lo que fuera por justicia. Y para ella, eso significaba hundir a Rachel en la cárcel, sin importar si era culpable o no.
Entonces, hice lo impensable. Lo que nunca pensé que haría. Después de contarle a Grace los detalles de cómo conocí a Rachel