Pistas, miedos y más (3era. Parte)
La misma noche
Londres
Ronald
Quizás fue un error involucrarme con Patricia. Pero en ese momento, nos unió algo más fuerte que la atracción: la ambición compartida. No había amor, ni cariño, ni siquiera respeto mutuo. Solo necesidad. Yo necesitaba a alguien que pudiera entrar sin levantar sospechas en el círculo de los Corley, y ella necesitaba sentirse importante… necesaria para alguien, aunque fuera para un juego sucio.
Fue funcional. Patricia era el peón perfecto para manipular al sinvergüenza de Dustin. Él babeaba por ella como un perro en celo, y eso me servía. Ella me mantenía informado, me ayudaba a controlar las jugadas, y de paso, me calentaba la cama. Era una jugada redonda. Cómoda. Conveniente. Al principio.
Lo que no preví —y lo que más me cuesta perdonarme— es que esa zorra terminaría convirtiéndose en una maldita bomba de tiempo. Inestable. Impredecible. Caprichosa. Una bomba con piernas largas y labios rojos que no sabía estarse callada. Cada día que pasa se vuelve más