Por supuesto, mi reacción más genial ante la noticia fue pasar de largo directo al baño, inclusive apartando de forma nada amable la mano de Alejandro, en cuanto intentó detenerme.
No era una exageración dramática. Apenas llegué al inodoro, las náuseas fueron espantosas y vomité.
Vomitar con el estómago vacío volvía la experiencia el doble de desagradable.
Podía ser el embarazo, el estrés que causó enterarme acerca de Claudia, ¿o una mezcla repugnante de los dos? Cuando terminé de expulsar la bilis, la dignidad y hasta el alma, abrí la llave del lavamanos.
Desde el otro lado de la puerta, se oyó un toque cauteloso.
—Isa, ¿estás bien? —La voz de Alejandro sonó preocupada, amortiguada por la madera.
No respondí hasta enjuagarme la boca y refrescarme la cara. —Sí. Necesito un momento.
—De acuerdo.
Tuve que respirar varias veces frente al espejo. ¿Por qué me había afectado tanto esto? Que Alejandro tuviera una exesposa no tenía absolutamente nada de malo.
A ver, vamos a ordenarlo:
—Es un