—Tenemos buenas noticias —anunció el doctor, y aunque su voz era serena, cada palabra pesaba como una losa sobre el corazón de Darina y Hermes—. Es un tumor benigno.
Un suspiro ahogado escapó de Darina.
Hermes cerró los ojos, apretando la mano de su mujer, sintiendo que un peso monstruoso les abandonaba… pero no del todo.
El doctor continuó:
—Sin embargo, debemos operar lo antes posible. No podemos arriesgarnos a que el tumor crezca o afecte zonas sensibles.
Darina sintió que el piso se le movía. Apenas había asimilado la palabra benigno, y ahora el miedo volvía a apretar su pecho con garras heladas.
—¿Cuándo será la operación? —preguntó Hermes, su voz quebrándose al final.
—En quince días —respondió el doctor con firmeza.
Darina sintió un mareo súbito.
—Quince días… —repitió en un susurro tembloroso, como si decirlo en voz alta pudiera detener el tiempo.
El doctor los miró con seriedad.
—No hay tiempo que perder. Cuanto antes lo hagamos, menor será el riesgo. Después de la cirugía, si