En la empresa Hang
El reloj marcaba las once de la mañana cuando Hermes llegó a la empresa. Su rostro reflejaba el cansancio acumulado de los últimos días. El peso de la futura operación de Hernán seguía oprimiéndole el pecho, y aunque su hijo parecìa ser un niño tan fuerte, había un nudo constante en su estómago que no desaparecía.
Aun así, tenía que cumplir con algunos asuntos urgentes. Sabía que debía ausentarse un tiempo, dedicarse a su familia, pero antes necesitaba dejar todo en orden.
En la sala de juntas, Bruno Cazares conversaba con un par de socios.
El ambiente era cordial, aunque había una tensión subyacente que Hermes notó de inmediato. Bruno hablaba con confianza, incluso con una sonrisa estudiada, esa que siempre parecía estar ensayada frente al espejo.
De pronto, la puerta del salón se abrió de golpe.
—¿Qué demonios…? —murmuró uno de los socios al ver la figura imponente de Alfonso Morgan irrumpir como una tormenta.
El rostro de Alfonso estaba descompuesto, sus ojos chis