Días después...
Alondra estaba de pie, aguardando en las oscuras y solitarias calles, a medio camino entre la ciudad y el aeropuerto.
El aire estaba cargado de humedad, pero la opresión en su pecho era mucho peor que el clima.
La ansiedad la carcomía por dentro, pero sabía que debía mantener una fachada. No podía permitir que nada de lo que sentía saliera a la superficie.
Todo lo que deseaba era que las horas pasaran rápido, que Rafael llegara, y que todo esto terminara.
Su mente, aunque nublada por la desesperación, seguía repitiendo una y otra vez las mismas palabras: "Lo tengo todo bajo control. Nadie puede detenerme."
Finalmente, Rafael apareció, su figura alzándose a lo lejos, su mirada perdida en la distancia.
Parecía más joven de lo que ella esperaba. Lo observó un momento, esperando que la reconociera, pero él solo la miró sin interés.
Con una sonrisa forzada, Alondra lo saludó con voz suave, pero dentro de ella sentía como si el tiempo estuviera a punto de colapsar.
—Hola, Raf