Hermes se encontraba en Navarra, el rastro de Darina lo había llevado hasta allí.
Había encontrado al hombre que había vendido el collar de Rosa, y de él obtuvo la clave para encontrar a Darina.
El viaje había sido largo, pero la esperanza de encontrarla lo mantenía en pie.
Había visitado cada hospital, y después de horas interminables, encontró el nombre de una mujer que había tenido trillizos en la misma fecha en que Darina debió dar a luz: Dara Mendoza.
El nombre resonó en su cabeza como un golpe de martillo. Era ella. Cuando finalmente llegó a la dirección, descubrió que lo que tanto había buscado estaba frente a él, pero como siempre, Darina se esfumaba de sus manos como un fantasma.
En su habitación de hotel, Hermes se sentó sobre la cama, la mente a mil por hora.
Pronto debía regresar a Mayrit, pero antes de irse, necesitaba encontrar una respuesta.
Sus hombres estaban al sur de Navarra, y aunque el tiempo apremiaba, él no podía dejar de pensar en todo lo que había descubierto y