El estruendo retumbó en toda la casa como un trueno que desgarraba la noche.
Tessa abrió los ojos de golpe, el corazón latiéndole como un tambor de guerra. El sonido había sido seco, brutal… demasiado real para ser un sueño.
A su lado, la pequeña Nelly se incorporó sobresaltada, con las manitas temblando, buscando refugio en el pecho de su madre.
—¡Mami… tengo mucho miedo! —sollozó, con los ojos enormes y húmedos.
Tessa le acarició el cabello con ternura, aunque su propia voz interior gritaba igual de asustada. La dejó arropada sobre la cama, como si las mantas pudieran protegerla de cualquier peligro, y salió corriendo.
Cada paso que daba por el pasillo parecía más pesado que el anterior.
El silencio, interrumpido solo por su respiración agitada, se volvió opresivo. La luz tenue de las lámparas dibujaba sombras alargadas en las paredes, como espectros que la seguían.
Al llegar a la biblioteca, se detuvo. Sus ojos se abrieron con incredulidad: Orla y Alexis estaban abrazados, tensos,