Orla estaba en la fundación desde temprano, recibiendo a nuevas mujeres que necesitaban ayuda.
Algunas llegaban con historias desgarradoras, otras con miedo, muchas con esperanza.
Todas encontrarían un refugio temporal allí, un lugar donde podían dormir seguras y sentirse escuchadas, al menos por unas horas.
Orla recorría el lugar con su presencia tranquila, pero firme, guiando a cada una, entregando palabras de aliento y una sonrisa que podía significar más de lo que imaginaban.
Sienna también estaba allí, ayudando con algunos donativos. Llevaba cajas, organizaba materiales, y compartía palabras de apoyo con las mujeres que comenzaban a instalarse.
Cuando regresaron a la oficina, Orla notó algo que no esperaba: un gran ramo de rosas blancas descansaba sobre el escritorio. Una tarjeta estaba cuidadosamente colocada entre los pétalos.
Sienna se inclinó hacia él, con una sonrisa que no podía ocultar su emoción.
—¡Parece que mi hermano se ha vuelto un romántico! —exclamó, con los ojos br