Un año después…
Eugenio permanecía de pie al pie del altar, con el corazón latiendo tan fuerte que parecía escucharse en la solemnidad de la iglesia.
Vestía un traje impecable, pero lo que más resaltaba era la sonrisa temblorosa que apenas podía contener.
A su lado, su hija Sienna lo abrazó con fuerza, casi como si quisiera transmitirle todo su amor en ese instante.
—Papá —susurró con voz entrecortada—, estoy tan feliz por ti, tan orgullosa.
Los ojos de Eugenio se humedecieron, y por un segundo la emoción lo dejó sin palabras. Solo pudo sonreír, acariciar la mano de su hija y asentir.
Aquel día, el destino le regalaba algo que alguna vez creyó imposible: casarse con Oriana.
Ella, al principio, se había negado con firmeza.
Decía entre risas nerviosas que ya eran demasiado viejos para esas cosas, que el amor a su edad no necesitaba etiquetas. Pero él no se rindió.
Le habló con el corazón, la convenció de que su amor merecía un nombre, un lugar, una promesa sellada frente a todos.
Los h