Ramiel lanzó sus rayos hacia Alaric, y justo antes de que pudieran impactarlo, Alaric adoptó su forma humana, cubierto de escamas doradas. Debió comprender que no podría esquivar bien con su enorme tamaño. Sus ojos brillaban con una luz dorada, y su rostro carecía de toda emoción. "¿Crees que puedes matarme? No eres lo suficientemente fuerte", se burló Ramiel.
"Te lo dije, esta lucha no terminará a menos que tenga tu cabeza en mis manos. Me he asegurado de que ninguno de tus amigos venga a salvarte. No puedes escapar de mi ira esta vez, Ramiel. He terminado de buscar la paz", dijo Alaric. Su rostro no mostraba nada, ni ira, ni tristeza, ni dolor, nada, pero sus palabras eran brutales.
Ramiel se burló e intentó disimularlo, pero incluso él percibió que algo era diferente. Y la única diferencia que percibió fue la absoluta confianza en los ojos de Alaric. Era como si ya supiera que ganaría la pelea y solo intentara ejecutarla. ¡Soy el ser supremo, no puedes matarme!
Alaric respondió la