Al escuchar las pisadas de Campbell me enderezo buscando alguna forma de comodidad, ahora que el peligro pasó y estoy a salvo, esa sensación de vulnerabilidad se vuelve presente.
Lo veo acercarse con una especie de botiquín, se sienta a mi lado y extiende su mano.
―Permítame ―dudo unos minutos imaginándome el ardor que podría sentir.
¿Y si me lastima?
―Lo haré despacio para que no duela, no te haré daño ―promete observándome con esos ojos suaves a los que no puedo negarme.
Tiendo mi mano sintiendo una pequeña electricidad una vez que su mano hace contacto con la mía, me mira frunciendo el ceño, como si esa electricidad lo hubiera invadido a él también, pero no dice nada, solo se limita a quitar el vendaje.
¡Santo Dios! las heridas aun no cicatrizan y el ardor me hace sobresaltar, reprimo las ganas de llorar mordiendo mi labio inferior, y evitando mirar las heridas.
Luego de unos minutos ya estoy curada y feliz de decir que no me dolió, tiene manos de ángel, tal y como prometió n