—De nada. Tu padre y yo somos buenos amigos, y hace tiempo que te considero mi hija. Es una suerte para él que te guste, ¡él no quiere porque está embrujado!
El mayordomo frunció el ceño cuando oyó a Ernesto decir eso de Leonardo. Cuando iba a decir a algo, Olivia dijo.
—Señor Santos, en realidad no puedo culparle por eso, tenía demasiada prisa, voy a quedar más a menudo con Leo para demostrarle lo buena que soy.
Ernesto asintió satisfecho y dijo despacio: —Estoy seguro de que lo conseguirás si eres lo suficientemente sincera y persistente, así es como conquisté a su madre.
Ernesto echaba de menos a Paula.
Si ella estuviera viva, quizá le habría perdonado y vivirían felices para siempre.
Olivia charló un rato más con Ernesto y se levantó para marcharse.
Cuando sólo estaban Ernesto y el mayordomo en la cámara, el mayordomo dijo: —Señor, no debía haberle hecho eso a Leo delante de la señorita Mil, y no debía haberle prometido a la señorita Mil que la dejaría estar con Leo.
Ernesto se mof