Natalie asintió, —Vale.
Una hora después, a Ángela casi se le cayeron las gafas de sol de la cara cuando vio a Natalie salir del Maybach negro.
—Natalie, ¿han pasado unos años y ya eres tan rica? ¿Me puedes mantener?
Ángela medía más de un metro siete, su cara era delicada y bonita, pero desprendía una sensación fría e inabordable, y su forma de vestir era la misma, un vestido rojo sexy de escote en pico, con un par de tacones finos y puntiagudos en los pies, estaba guapísima.
Pero su voz era dulce, algo que la angustiaba.
Abrazó a Natalie y alargó la mano para frotarle la cabeza, sonriendo favorablemente.
—Ángela, suéltame, no puedo respirar...
Ángela la soltó y enarcó una ceja, —Te encantaba abrazarme.
Natalie: —...
Porque no podía escaparse de su abrazo.
A punto de hablar, Ángela se acercó de pronto a su oído: —¿Quién es ese hombre que baja del asiento del conductor? ¡Qué guapo! ¿Es tu marido?
Ángela recordó que Natalie se había casado, estaba ocupada trabajando en un proyecto en el