Matilda se mofó al oír: —¡Cómo te atreves a presumir!
—¿No me crees? Espera y verás, ¡haré lo que digo!
Matilda se quedó callada un rato y le miró, —¿De verdad quieres ayudarme?
Tadeo se rió, —¿Por qué te miento? Sólo puedo ser un fugitivo por el resto de mi vida, usaré lo último de mi poder para matar a Natalie y hacer que te cases con Leonardo.
Él tampoco amaba a Matilda, sólo quería que el bebé de Matilda tuviera una vida mejor.
—¿Qué quieres hacer?
—No es asunto tuyo, lo sabrás cuando llegue el momento.
Matilde no hizo más preguntas y dijo: —Duerme en el suelo, voy a dormir.
Tadeo no dijo nada, alargó la mano y le acarició la barriga, luego se acercó al sofá para tumbarse.
Matilda apretó los labios, no conciliaba el sueño.
Estaba pensando si ayudar a Tadeo o decirle a Leonardo que estaba aquí para quedar bien con él.
Pero pensó en la última vez que había llamado a Leonardo y la bloqueó, y su mirada volvió a tornarse sombría.
El sábado por la mañana, Leonardo y Natalie no salieron.