Rara vez se puso tímida, y la ternura en los ojos de Leonardo casi se desbordó: —Hemos terminado.
—Bueno... Pues busca otra cosa que hacer, que tengo algo que decirle a Lucía.
—Por cierto, Emiliano se queda a cenar esta noche.
—Bien.
Cuando Leonardo y Emiliano se fueron, Lucía miró a Lucía, que estaba calmando a Yanela.
—Lucía, ¿quieres quedarte a cenar esta noche?
Lucía negó con la cabeza: —No hace falta, no quiero ver a Emiliano.
Emiliano la había salvado antes y ella se lo agradecía, pero solo estaba agradecida.
El mejor final para ellos sería no verse nunca, aunque estaban en la misma ciudad.
—¿Aún lo quieres?
Lucía se quedó paralizada y bajó los ojos: —No, aún no puedo verlo como un amigo normal.
Natalie suspiró y quería aconsejarla, pero no sabía cómo.
Solo ella estaba en condiciones de decidir su relación.
—Sea como sea, espero que seas feliz.
Lucía sonrió: —Desea que sea rica. Si me hago rica, seré feliz.
—Bien, entonces te deseo que seas rica.
Después de pasar un rato con Yane