Lucía miró con frialdad a Genimo, se dio la vuelta e iba a volver al cuarto privado, pero Genimo alargó la mano y la detuvo: —Señorita Romí, ¿por qué tienes tanta prisa? Solo quería hablar contigo.
Lucía evitó su mano, y su tono se volvió más frío: —No tengo nada que decirte.
Genimo no se dio por vencido: —Señorita Romí, no me apartes. Podemos hablar unos minutos, no te llevará mucho tiempo.
Lucía frunció el ceño: —Señor Guzmán, no quiero hablar contigo. Apártate por favor.
Genimo sonrió con impotencia: —Bueno, si insistes, no te obligaré. Sin embargo, estoy seguro de que tendremos muchas ocasiones de charlar en el futuro.
Después de decirlo, se apartó.
Lucía entró en el cuarto privado y se sentó en su sitio.
El ambiente en el cuarto privado seguía siendo cálido, y la gente no se dio cuenta de la pequeña riña entre Lucía y Genimo.
—¡Jaja, esta película seguro que puede arder! —Dijo alguien en voz alta.
—¡Claro, con nosotros será difícil que no lo sea! —Se hizo eco otro.
Lucía se sentab