Alice dejó su taza de té y dijo seriamente: —Emiliano, ya eres mayor para casarte. Te he concertado una cita a ciegas, ella está en buenas condiciones, debes ir hoy.
Al oírlo, Emiliano frunció el ceño: —¡Mamá, no me interesa, no me arregles estas citas a ciegas inútiles!
La cara de Alicia se puso azul, no esperaba que su hijo reaccionara así, inconscientemente dijo en voz alta: —¿Qué quieres decir con inútiles? Lo hago por tu bien. Tienes casi treinta años, te dedicas todo el día al trabajo y no pienses en tu matrimonio, ¿cómo puedo sentirme tranquila?
Antes ella no le permitía estar con esa actriz, y él llevaba años cambiando de mujer, sin buscar la adecuada para casarse.
Al principio pudo convencerse de que Emiliano cambiaría a mejor, pero con los años se volvió más rebelde, y ella no pudo soportarlo, y empezó a arreglarle citas a ciegas.
Emiliano se levantó bruscamente, cerró las manos en puños y casi gritó: —Ma, ¿puedes dejar de secuestrarme la vida con tus ideas? Cuando estaba con