Franco sonrió, mirando con ternura a Lucía: —No muy lejos.
Natalie les miró y sonrió mientras se levantaba: —Sigan hablando, yo voy a comprar el desayuno.
Con eso, salió suavemente de la sala, dejándoles en relativa intimidad.
El silencio volvió a la sala y Franco se sentó en una silla, frente a Lucía.
La observaba atentamente y descubrió que aún estaba un poco débil, pero de buen humor. —¿Cómo estás de salud? ¿Qué dijo el médico?
Lucía sonrió y negó con la cabeza: —El médico dijo que solo estaba en estado de shock, que estoy bien, y que me recuperaré después de unos días de reposo.
Franco asintió, parpadeó con preocupación: —Me alegro, debes tener cuidado de que no te vuelva a pasar algo así.
Lucía asintió.
En este momento, la puerta se abrió.
Giraron la cabeza al mismo tiempo y se quedaron helados al ver a Emiliano de pie en la puerta.
Emiliano no esperaba encontrarse con Franco cuando vino a ver a Lucía.
Sus ojos se oscurecieron y su voz era extremadamente grave: —Parece que he veni