El sol de la mañana iluminaba la ciudad con una claridad que contrastaba con la tensión de los últimos días. Para Marcos, el trayecto hacia la mansión de Fernando era una mezcla de alivio y preocupación. Aunque Fernando había recibido el alta, su memoria seguía fragmentada, y la ausencia de recuerdos sobre Isabella hacía que cada interacción fuera delicada y llena de incertidumbre. Marcos había pasado noches enteras planeando cómo llevar a su amigo a casa de la manera más tranquila posible, sin precipitar ningún recuerdo ni generar ansiedad.
—Tranquilo, Fernando —dijo Marcos mientras conducía—. Ya casi llegamos. Todo estará bien.
Fernando permanecía en silencio, con la mirada fija en el paisaje que pasaba por la ventana, intentando comprender dónde estaba y qué había sucedido. Su rostro todavía mostraba señales de debilidad, pero respiraba con mayor normalidad, y su tono, aunque todavía débil, era más estable.
—Gracias… Marcos —susurró finalmente Fernando—. Todo esto… ha sido… demasia