El silencio volvió a llenar la casa. Victoria observó por la ventana cómo el auto se alejaba lentamente por el camino empedrado.
—Qué niñas tan encantadoras —murmuró con una ligera sonrisa—. Lastima que se fueron muy rápido.
Sacudió la cabeza, y decidió ir por los regalos que había preparado para ellas.
—Seguro los dejé en la habitación —dijo en voz baja mientras comenzaba a subir las escaleras.
El ambiente en la casa era sereno, iluminado por el sol que entraba a través de los amplios ventanales. Pero cuando iba a mitad del camino, un leve sonido la hizo detenerse.
Escuchó pasos arriba.
Su corazón dio un pequeño salto, se quedó quieta unos segundos, tratando de distinguir si era solo su imaginación. Pero no, definitivamente alguien se movía en el pasillo.
—¿Marcos? —preguntó con voz firme.
No hubo respuesta.
Solo un silencio breve… hasta que una figura apareció en lo alto de las escaleras.
Victoria abrió los ojos con sorpresa. Por un momento creyó que estaba soñando.
El hombre comenz