Selene no sabía siquiera cómo tomar las palabras del anciano de la familia Sartori. Selene apretó sus manos en puño y lo observó con una mirada llena de sorpresa.
Mientras el anciano parecía sentirse devastado con la expresión de desconcierto de su nieta, algo que por lo menos llegó a pensar Selene, pues la expresión del anciano era la muestra magnánima del desconsuelo.
―¿Qué tal si tú y yo vamos al comedor? Sería bueno comer algo mientras hablamos —El anciano tomó la mano de Selene, su expresión parecía estar cargada de nostalgia y lo que parecía amor.
Algo que para Selene era tan desconocido, pues la familia Ezio jamás había mostrado la menor muestra de afecto de su parte, por lo que aquella sensación y aquella mirada eran tan extrañas para Selene.
―No quisiera ser una molestia, yo...
―No lo eres, jamás lo has sido. Vamos, déjame tener una verdadera conversación contigo, cuéntame de ti... —El hombre le tomó la mano y con dulzura la guio paso a paso al enorme comedor.
Aquel que tenía