El corazón de Selene latía a mil por hora.
Selene observó la enorme mansión que mostraba ante sus ojos, la mansión Perseus, aquella que hacía que la villa de los Ezio pareciera una casucha.
Algo que lograba ponerla aún más nerviosa.
Selene no sabía cómo era, que a pesar de lo enorme que era el lugar, se le hacía tan familiar, más cuando Zander bajó del auto y le ayudó a bajar a ella con una galantería digna de admirar.
―No te preocupes, no estarás sola, la abuela se ha negado a permitir que ellos hablen a solas contigo, por lo que estaremos contigo todo el tiempo —Selene le agradeció en su interior a Zander, aquel que sin el menor de los miramientos la tomó de la cintura y muy pegado a él, la guio hacia el interior de la mansión, algo que había puesto un tanto nerviosa a Selene.
―¿Qué haces? Tú y yo...
―No te atrevas, no cuando es más que obvio que estás a nada de divorciarte, y si no eso no fuera poco, haremos público que tú y yo estaremos juntos muy pronto... —Selene no podía creer