―¿Lo hiciste? —La voz de Zander sonaba rota, apenas un hilo de voz filtrándose a través de la línea.
Adán, de pie en el pequeño balcón del apartamento, observó hacia la habitación donde Selene finalmente se había quedado dormida tras lo que pareció una eternidad de llanto y desesperación.
―Lo hice, Zander. Justo como me pediste. Le dije cada una de esas palabras crueles —respondió Adán con frialdad—. Pero dime, ¿estás seguro de esto? Porque el daño está hecho y no habrá retorno.
Un silencio sepulcral se produjo al otro lado.
Adán podía imaginar perfectamente el dolor que consumía a su mejor amigo en ese instante.
Le resultaba casi increíble que Zander Perseus, el hombre de hierro, le hubiera suplicado casi de rodillas que destrozara el corazón de su prima para "salvarla".
―Es lo mejor para su seguridad y lo sabes —murmuró Zander con voz ahogada.
―Es lo mejor para tu guerra, no te confundas —replicó Adán. Al notar que Selene se removía en la cama, salió por completo al balcón y cerró l