Selene observó hacia el heredero de los Perseus, aquel que ladeó la cabeza y, de manera un tanto cómica, parecía esperar una respuesta de su parte, una que esta no quería darle.
―Mi hermana no suele ser tan buena en estos tipos de juegos, no creo que sea una digna adversaria para usted, señor Perseus... —Entonces Circe no perdió la oportunidad para hablar, y Selene le dio una pequeña sonrisa.
Era más que obvio que su hermana interfería en todo aquello que buscara de una u otra manera hacerle notar. Siempre había sido de aquella manera, por lo que para Selene no era una sorpresa su actuación.
―¿Y si yo gano, señor Perseus? ¿Usted me dará un deseo? —Zander sonrió hacia ella, se levantó y asintió, mientras tomaba su raqueta y parecía estar dispuesto a iniciar a jugar con ella.
―Le daré lo que me pida, señorita. Incluso sí me parece una locura. Usted solo debe pedir y con gusto se le concederá... —Selene apretó las manos en puño. ¿Lo que ella quisiera?
Si le pedía la licitación hotelera,