Circe Ezio era una mujer acostumbrada a ser vista por todos, amada por todos y odiada por pocos. Aquellos que llegaban a sentir incomodidad hacia ella, eran solo personas envidiosas y llenas de resentimientos.
Circe siempre había crecido con el amor de todos, por lo que era muy común llegar a creer que era lo más lógico del mundo estar convencida de ello.
Pero para Circe, siempre había una piedra en su zapato: aquella que siempre conseguía tener el afecto y el respeto de todos los que ella deseaba.
Selene había tenido un matrimonio concertado con alguien poderoso, una herencia jugosa y una madrina que incluso llegó a pelear con su padre por tenerla junto a ella.
Mientras su padre se aferraba a Selene a pesar de sus deseos de librarse de ella de una buena vez y ser la única hija.
Su padre decía que la necesitaban, que Selene era una pieza única que jamás podían perder, mientras ella solo odiaba aún más a Selene por ser tan necesaria.
Entonces Circe había decidido algo: ella le quitaría