Mundo ficciónIniciar sesiónEl Grupo Perseus era conocido por ser uno de los consorcios más poderosos y, a la vez, más peligrosos. Las personas que trabajaban en el lugar eran automáticamente consideradas figuras de élite y acaudaladas.
Eran la envidia de todos.
Al ser un círculo tan cerrado, las posibilidades de siquiera conocer al heredero de la familia eran ínfimas.
Solo se sabía que era un hombre imponente, uno peligroso con el que no se podía cruzar camino, pues los riesgos eran demasiado altos.
―¡Mi señor Perseus! —dijo uno, bajando la cabeza y mostrando una expresión cargada de sumisión.
El hombre no prestó mayor atención al enorme guardia que se apresuraba a abrir la puerta para él, ni mucho menos a la mujer de prominentes curvas que, al verlo en recepción, intentaba llamar su atención y lo saludaba con voz sedosa.
―Buenas tardes, mi señor Perseus...
Todo era ignorado en el camino de Zander Perseus. No parecía estar de buen humor; su rostro mostraba un gesto aterrador, y mientras caminaba, muchos podrían incluso jurar que había una sombra negra deslizándose en el ambiente conforme avanzaba.
Su aura era tan tenebrosa que el secretario Caiden Baker, un hombre que parecía menos un secretario, acomodó sus lentes y le dio una mirada cargada de preguntas, incómodo, sin saber cómo abordar a su jefe.
―Pareces de mal humor...
Zander se detuvo solo a un paso de abrir la puerta. Su rostro mostró un gesto amargo, mientras el secretario se arrepintió de preguntar algo que parecía más que innecesario.
―No te preguntaba, es solo una observación... ¿Ves esa oscuridad y deseo de muerte que arrastras contigo conforme caminas?
La mala broma del secretario no hizo que el presidente Zander mostrara un solo gesto de diversión. Su ceño se frunció un poco más, mientras le daba una mirada punzante al hombre frente a él.
―Pareces cansado del trabajo. Tal vez debería despedirte...
Zander abrió la puerta tras sus palabras, mientras el secretario, mostrando una pequeña sonrisa, confirmó que efectivamente su jefe no estaba para nada de buen humor.
Ambos se conocían desde la infancia. Solo Caiden podía hacer bromas semejantes e incomodar a su jefe sin el temor de ser despedido, pues, a pesar de su reciente amenaza, aquello no le preocupaba.
―Vaya... Por lo general, cuando ella te llama, sueles venir de mejor talante. Dime... ¿Tuvieron su primera pelea? —El sarcasmo en la voz de Caiden era palpable, y supo que tal vez había acertado cuando la expresión de Zander fue la muestra irrefutable de que había tocado un punto sensible—. ¿Entonces sí pelearon?
―Me terminó... —Zander completó las palabras de Caiden. Este último abrió los ojos en grande y mostró una expresión de inmensa sorpresa.
Nadie en la vida había llegado a terminar con el gran Zander Perseus, aquel que, desde que era muy niño, fue mimado y cuidado con amor por su abuela, al perder a sus padres a una edad temprana.
La vida de Zander no había sido fácil, pues tuvo que heredar no solo la vasta fortuna de la familia Perseus, sino también los negocios turbios que solían esconderse tras bambalinas, convirtiéndolos en los poderosos y temidos que eran.
Fue entonces cuando Zander perdió su inocencia para convertirse en el jefe de la familia y el hombre más influyente de todos.
―¿Qué acabas de decir? ¿Te terminó? ¿Cómo es posible? Bueno... —Los balbuceos de Caiden se escuchaban entrecortados, sin saber exactamente qué decir—. Tal vez sea bueno. Es un camino hacia un futuro mejor. Quizás luego de ella, puedas...
Zander observó fijamente a Caiden mientras parecía que algo dentro de él se incendiaba. Aquello era algo que Caiden no podría apagar por nada del mundo.
―¿Quién dice que daré un paso atrás?
―¿Qué dices? —La voz de Caiden, por primera vez, parecía nerviosa, mientras Zander levantaba una ceja, preguntándose qué causaba tanta sorpresa—. Solo estoy preguntando por qué tu abuela quiere que pongas los pies en la tierra, que te cases, que le des nietos... Y de la manera en la que vives, la mujer con la que...
La mano de Zander se levantó de inmediato, haciendo que Caiden se quedara en silencio y lo observara un tanto inquieto, pues conocía aquella mirada: esa misma que tenía Zander cuando ya había tomado una decisión.
―¿Quién dice que no le daré el gusto a la abuela de tener lo que ella desea? —Las palabras de Zander estaban cargadas de determinación. Sacó un papel de su bolsillo y mostró un gesto resuelto, mientras Caiden se preguntaba qué estaba pensando Zander.
―¿Qué quieres con eso? ¿Vas a sentar cabeza? ¿Conseguirás novia? ¿Escucharás a tu abuela e irás a las citas a ciegas? Si lo haces, la abuela estará muy feliz, será la mujer más dichosa y estará...
―Ya tengo una novia en mente, una que hará muy feliz a la abuela.
Caiden notó cómo Zander se concentraba en lo que parecía un cheque en sus manos, aquel trozo de papel que Selene Santorini le había entregado hacía unas horas.
Este era el instante en el que Zander había sopesado una y mil veces cuál sería el paso que daría de ahora en adelante.
Al ver que ella parecía querer escapar de sus manos, se dio cuenta de que aquello era algo que él no podía permitir.
―¿Entonces qué harás? —Zander mostró una pequeña sonrisa ante la expresión de incomodidad de su secretario y amigo, más aún cuando tomó la lista de invitaciones para la fiesta anual del Grupo Perseus.
Al buscar un nombre en particular en la lista, una sonrisa astuta surgió de sus labios. Caiden supo que aquella feroz bestia que era Zander Perseus había encontrado a su víctima.
―Confirma mi asistencia a la fiesta anual. Eso hará muy feliz a la abuela, y también me hará muy feliz a mí...
Zander ya tenía un plan. Lo que estaba por venir no sería nada fácil, pues cuando Zander Perseus quería algo, jamás daba un paso atrás para conseguirlo, y no le importaba lo que tuviera que hacer para lograrlo.
Selene Santorini sería suya y solo suya, costara lo que costara.







