―¿Liquidar todo? ¿Estás segura de ello? —Dylan observó a Selene con una expresión de total incredulidad. No lograba comprender lo que ella decía; parecía una decisión completamente irracional ante sus ojos, y Selene lo sabía. Sin embargo, para ella, era una resolución firme y definitiva.
Aquella mañana, tras los horrores descubiertos y las confesiones de sangre, Selene había confirmado que ya no quería seguir atada a los fantasmas del pasado.
Le había comentado a su abuelo, Arthur Sartori, su decisión de liquidar la empresa de su madre.
Temió que el anciano se enojara o sintiera que ella estaba desechando el legado de su abuela, pero la reacción de Arthur la sorprendió profundamente.
El anciano había sonreído con una melancolía que le arrugó el corazón y, mientras ella se preguntaba el porqué de ese gesto, él simplemente asintió.
“Ya era hora, Selene. Tu abuela deseaba que esa empresa fuera vendida desde hace mucho tiempo, pero tu madre se negó. Iris pensaba que mantener aquel lugar e