Donde no la llaman

Inmediatamente me puse de pie y salí de la habitación, para tratar escaleras abajo buscando a Margaret.

La localicé justamente en dirección a la sala del local, la cual estaba a menos de tres metros de la mesa donde estaban los hombres de Arnold.

Caminé a pasos agigantados y en pocos llegué a ella, sus ojos se conectaron con los míos con impresión y miedo plasmados en ellos.

—¿A dónde creías que ibas?

Tuvo la decencia de mirar al piso.

—Vamos a hablar de esto después.

—Después —bufó—, siempre es después, no me dices nada. ¡Siempre es lo mismo!

—Cuidado —advertí, porque sus palabras podrían estar llamando la atención de personas a nuestro alrededor.

Literalmente sentía como con los ojos iban y venían hacia nosotros y me tensé. Joder.

—Margaret, nos vamos ahora, en este momento, vas a voltearte y llevar tu culo al auto, nos están observando y si sigues con tu escena; lo más probable es que esto termine mal.

Sus ojos ahora tenían miedo y miraban hacia el lugar.

—Vámonos —dije y ella sol
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