—Lo importante es que lo aclaramos todo —dijo con una sonrisa ligera, y esa pequeña sonrisa me dio una sensación de alivio que había estado esperando.
Nos quedamos mirándonos por un momento, las palabras sobraban, pero ya no había distancia entre nosotros.
La tensión, aunque aún presente, comenzó a desvanecerse, y por fin sentí que podía respirar nuevamente.
—Lamento haberme comportado como un idiota —hizo una mueca con los labios y yo negué con la cabeza.
—Soy la única idiota aquí —él tomó mi otra mano y besó mi frente, yo sonreí al sentir el contacto de sus labios con mi piel—. Lo lamento.
—No pasa nada —respondí, más relajada—. Dije que no quería presionarte, pero sufrí de un ataque de celos horrible.
Ambos reímos, y él se acercó a mí. Lo miré directo a los ojos y sonreí.
—De todas formas, cometí un error y lo asumo, pero no quiero que te alejes de mí —musité. Él asintió y sonrió abiertamente. Justo en ese momento, escuché un carraspeo detrás de mí. Me giré y quedé estupefacta al v