Tres días habían pasado desde que estuve en casa de mis padres. Tres maravillosos días de vacaciones, aprovechando los días libres que me habían dado en el trabajo por mi cumpleaños.
Pero, como todo lo bueno, también eso debía terminar, y hoy me tocaba volver al trabajo. Estaba terminando de desayunar cuando mi teléfono comenzó a sonar. Me levanté con rapidez para contestar.
—¿Francisca? —preguntó una voz del otro lado de la línea. No me resultaba familiar, pero si conocía mi nombre, debía ser alguien que me conociera.
—Sí, ¿con quién hablo? —intenté sonar amable, aunque me inquietaba no saber quién me llamaba.
—Con Alex, ¿tu jefe?... —el tono molesto en su voz no era una buena señal. Mi jefe enojado era, sin dudas, insoportable.
—Disculpe, no tenía su número registrado… ¿Ocurre algo? —pregunté de inmediato, con creciente preocupación.
—Después del mediodía puedes pasar por mi oficina a recoger tu último salario. No necesito que vengas a trabajar hoy... En realidad, ya no necesitamos