Desde su ángulo, Andrés presenció toda la escena, y el contacto entre Sebastián y Luciana le pareció extremadamente íntimo. Frunció el ceño, perdiendo el apetito por completo.
Luciana retiró su brazo y Sebastián, de manera discreta, bajó su mano. Entraron al restaurante y, al no encontrar mesas en la planta baja, se ubicaron junto a una ventana en el segundo piso.
—¿Tiene alguna restricción alimentaria? —preguntó ella.
—No.
—¿Prefiere la comida suave, picante o salada...?
—Suave.
Sus respuestas eran breves y casi frías. Luciana suspiró internamente. ¿Cómo aguantaría su esposa o novia ese frío carácter? Vivir con alguien así debía ser terriblemente aburrido.
Pidió varios platos que conocía de sabor suave, incluyendo cerdo agridulce, aunque era algo dulce, y una sopa de huevo. Durante la espera reinó un silencio incómodo.
Intentando romper en ese momento el hielo, Luciana preguntó:
—¿Conoce bien a Manolo?
—Sí —respondió simplemente.
Luciana se sorprendió un poco. Manolo nunca lo había me