Luciana bajó la cabeza. —No, estoy bien.
Los bomberos preguntaron: —¿Quieren ir al hospital?
Luciana negó con la cabeza.
—No es necesario, gracias —dijo Sebastián.
—Es nuestro trabajo.
El personal de mantenimiento llamó a los técnicos del ascensor.
Los bomberos se marcharon después del rescate.
Luciana y Sebastián subieron por las escaleras.
Los habían rescatado en la primera planta, lo que significaba que tenían que subir hasta el sexto piso.
Luciana sentía el cuerpo débil, sin fuerzas para caminar.
Se sujetaba al pasamanos, apoyándose con los brazos.
Sebastián caminaba a su lado.
El aire frío fuera del ascensor fue secando gradualmente el sudor de ambos.
El rostro de Luciana ya no estaba tan rojo.
Al llegar al sexto piso, Luciana estaba agotada.
Sebastián, en cambio, ni siquiera estaba agitado.
Ella lo miró de reojo, sorprendida de que pudiera subir seis pisos sin alterarse mientras ella jadeaba.
—Abogado Campos, ¿no está cansado?
—Solo son seis pisos —respondió.
—Ya veo —Luciana adm