Luciana se inquietó; por la expresión de Sebastián, ¿acaso había hecho algo vergonzoso mientras dormía?
Apretó con fuerza el vaso de café. Lo apretó tanto que el vaso de papel se aplastó y el café se derramó sobre ella. Cuando se dio cuenta, dio un respingo. Otra vez haciendo el ridículo. ¿Qué le estaba pasando?
—Arréglatelas como puedas, tendremos que pasar la noche aquí —dijo Sebastián antes de subir al auto.
Luciana suspiró resignada. Se sacudió las manchas de café, pero solo consiguió ensuciarse más las manos.
Sebastián arrancó el auto, bajó la ventanilla y le extendió un paquete de pañuelos.
—Gracias —dijo Luciana tomándolos. Se limpió las manos y la ropa. Aunque no quedó completamente limpia, era mejor que estar mojada.
Subió al auto y dejó los pañuelos en el asiento trasero.
—¿A dónde vamos ahora? —preguntó Luciana mientras Sebastián conducía.
—A comer y después al hotel —respondió con tono neutral.
—Ah —Luciana giró la cabeza hacia la ventana, viendo pasar rápidamente el paisaj