—Por lo que veo, dudo que Vanessa te deje tranquila tan fácil —le dijo Ricardo.
Luciana los vio a lo lejos y prefirió ni acercarse, caminó directo hacia el carro.
Aun así, Alejandro la notó.
Se detuvo por un momento.
Ricardo siguió hablando, medio distraído, con la mirada baja:
—Dices que Vanessa se golpeó frente a ti. Yo creo que lo hizo a propósito, quería que te sintieras culpable.
—Mira, Alejandro, yo que tú me alejaba de alguien como Vanessa. Acuérdate cuando quiso joder a tu cuñada. Seguro que lo que buscaba era subir en la empresa, todo planeado, pura manipulación.
—María, en cambio, es mucho más sencilla. Tiene su carácter, sí, pero frente a ti es un amor, bien noble. Si yo tuviera que escoger, ni dudaría: me quedo con María.
Ricardo hablaba y hablaba, pero Alejandro ni lo escuchaba ya.
Alejandro estaba mirando al frente, ido.
—Alejandro… —insistió Ricardo.
Pero él seguía fijo en la nada, viendo el tráfico pasar.
—¡Alejandro! —subió la voz Ricardo.
Alejandro regresó de sus pens