El hombre se quedó callado unos segundos, después sonrió.
—Eso estuvo interesante.
Luciana lo había sorprendido con su respuesta tan directa.
—Eso es lo que uno espera de alguien que viene del Derecho, ¿no? Hasta sin trabajar en leyes, se te nota que sabes un montón.
Luciana fue al grano.
—Mira, la verdad, no eres mi tipo.
El hombre parpadeó sorprendido, como si no esperara que fuera tan franca.
—A mí, la verdad, sí me caíste bien, señorita Medina.
Sonrió tranquilo, sin ofenderse para nada, como si le pareciera hasta gracioso lo sincera que era Luciana.
Su cara seguía siendo calmada y buena onda.
Luciana insistió:
—¿Sí? Pues te digo en serio, a mí no me gustas nadita y estas citas a ciegas me sacan de quicio. Si no fuera porque mi familia me está dando lata, ni me aparezco aquí. Seguro tú igual, ¿no? Solo estás aquí porque te mandaron, así que mejor dejémoslo aquí y ya.
—La verdad, sí me trajeron a la fuerza, pero ahora que te conocí, no me arrepiento.
Luciana lo miró sin entender si l