Daniela se frotaba el brazo adormecido con fuerza.
Luciana se le quedó viendo y sonrió.
—Sigues igual que siempre, cada vez que hablamos de leyes te da sueño.
Daniela se rascó la cabeza.
—¿Quién diría? Hasta yo pienso que salí cambiada. Todos en mi familia estudian leyes y yo soy la rara.
Además, ella era la única hija de la casa.
Parece que el futuro de la familia depende de ella, pero si sigue así, se acaba ahí.
El profesor Manolo ya no estaba con ellas, pero antes de irse le dijo a Daniela:
—Vete a casa también.
Casi parecía decir: "Ya no les arruines la cita".
Daniela miró al profe con cara triste.
—¿De verdad te da igual, abuelo?
Puso una cara que daba lástima.
—Anda, ve a ver a tus papás —dijo el profesor Manolo, haciéndole un gesto para que se fuera.
Luciana preguntó:
—¿Qué pasa?
Daniela suspiró.
—Mis papás quieren que vaya a una cita a ciegas.
Luciana se quedó callada. Casar a Daniela así era una locura. Para ella, si Daniela no podía vivir libre, se volvería loca. El matrimoni