Luciana tomó el tenedor y levantó la mirada. —Mamá, come tú también.
¿Acaso había recapacitado? Luciana se sentía escéptica, pero la actitud de su madre parecía ser positiva. Soltó un discreto suspiro de alivio.
Miró a Catalina. —Mamá, no te preocupes, en adelante ganaré suficiente dinero para cuidar de ti y de mi padre. Aunque no puedo prometerles una vida de lujos, al menos tendrán una vida cómoda y sin preocupación alguna...
—Luciana, come primero —dijo Catalina sonriendo.
Luciana aceptó y llevó los fideos a su boca.
Después de comer, salieron una tras otra del restaurante. De repente, Catalina tomó la mano de Luciana y comenzó a llorar desconsolada.
Luciana quedó desconcertada. Durante el almuerzo todo parecía estar bien, y ahora...
—Mamá, ¿qué pasa?
—Luciana, te lo ruego, por favor, ve a disculparte con Alejandro.
Catalina había ido a ver a Alejandro ese día para disculparse en nombre de su hija y buscar su perdón. Pero su antes amable yerno ni siquiera la recibió. Los guardias de