Mariano intentó calmar a su esposa. —El dinero que tenemos es suficiente, vivamos nuestra vida tranquilamente sin preocuparnos por lo que digan los demás.
—Es por esa mentalidad que nunca has progresado. Si tuvieras dinero y poder, ¿crees que la gente me menospreciaría? —respondió Catalina.
Mariano se quedó callado por un momento.
Catalina se secó las lágrimas y miró a su hija con gran intensidad. —Ve ahora mismo a reconciliarte con Alejandro.
Luciana apretó los labios sin responder ni una sola palabra.
—¡Contéstame! —Catalina la empujó con fuerza. Luciana perdió el equilibrio y casi se cae, golpeándose el brazo contra el borde de la mesa.
Mariano le hizo señas una y otra vez a su hija. —Mejor vete, no sigas enfadando a tu madre.
Luciana miró a su padre y, guardó el certificado de divorcio en su bolso y salió tan rápido como pudo.
Detrás de ella resonó el grito de Catalina: —¡No me importa si tienes que llorar o suplicar, debes volver con Alejandro!
Las lágrimas rodaron inesperadamente