En realidad, no es que no pudieran cuidar de esa hija, sino que querían seguir teniendo hijos hasta que les saliera un varón.

En esa época, en esa región, el gobierno imponía multas por tener demasiados hijos, y ellos no podían permitírselo, así que decidieron dejar a la niña al cuidado de los abuelos.

La niña, hasta el día de su muerte, nunca estuvo registrada legalmente.

Toda su vida la pasó fuera de la ley. Registrar su nacimiento costaba dinero, y su familia no lo tenía, o tal vez simplemente pensaban que, como no era varón, no valía la pena.

Con una boca más para alimentar, su tía materna la trataba muy mal.

Según los vecinos, solía golpearla, insultarla, y a veces ni siquiera le daba de comer.

Los abuelos maternos no se atrevían a decir nada por miedo a disgustar a la nuera.

Se decía en el pueblo que la tía la golpeó ese día porque la niña había agarrado un pan sin permiso.

Este recuerdo llevaba años enterrado en lo más profundo de la memoria de Luciana.

Esa era la primera vez qu