Su camisa ligeramente abierta dejaba ver su cuello largo y sensual, mientras su manzana de Adán se movía arriba y abajo.
Con una voz algo ronca, Sebastián preguntó:
—¿Te asustaste?
Luciana dijo que no, evitando su mirada, sin atreverse a ver los ojos de Sebastián.
Su mirada era demasiado intensa, como si ocultara un sentimiento inexplicable.
Recordó que hace un momento Sebastián había dicho que se parecía a la muchacha que amaba y no pudo tener. ¿No la estaría viendo como su reemplazo?
Sí, seguro que era eso.
De lo contrario, ¿por qué la miraría así?
¡Claro!
Lo sabía. Era imposible que Sebastián se sintiera atraído por ella. Por suerte...
Sintió un alivio profundo de darse cuenta a tiempo.
Menos mal que no se hizo ilusiones.
Al menos no había hecho el ridículo frente a él.
—Eh...
Mailen se acercó, queriendo decirle a Luciana que Daniela ya se iba. Pero cuando llegó al mirador, vio a Sebastián abrazando a Luciana. En ese momento, supo que sobraba ahí, y se dio media vuelta para marchars