—Sigamos con lo nuestro —dijo Daniela.
—Hoy... mejor dejemos así —respondió Mailen.
No se sentía libre.
Aunque Luciana y Sebastián no bajaran, estar solo ellas dos tampoco tenía mucha gracia.
—¿Y si subimos a celebrar el cumpleaños de Luciana? —preguntó Mailen.
—Ni pensarlo —respondió Daniela.
Si su abuelo se enteraba de que interrumpió el tiempo a solas entre Sebastián y Luciana, seguro se enfadaría.
Y si encima lo usaba de excusa para hablar con sus padres sobre su matrimonio, ya estaría perdida.
Le había costado tanto conseguir unos días de paz, y no quería volver a las citas arregladas.
Mailen parpadeó, confundida, y miró fijamente a Daniela.
—¿Ni pensarlo?
¿A qué se refería?
Daniela levantó su copa y dijo, con una sonrisa misteriosa:
—Dale, un brindis.
Mailen alzó su copa también. Las dos bebieron juntas, y Daniela aprovechó para cambiar de tema como si nada.
—¿Cantamos?
—Claro —respondió enseguida Mailen.
***
En la terraza panorámica...
Daniela realmente se había esmerado: la dec